Desde el río Tus

La fatiga de la jornada de ayer, unida a una bajada de temperatura nocturna, ha hecho que, por fin, haya podido descansar durmiendo un montón de horas seguidas. El plan de hoy es un tanto improvisado y busco wifi gratis en Riópar para informarme sobre alguna ruta de senderismo en el nacimiento del río Mundo que pueda utilizar para pasar una mañana de trailrunning.

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Desde el río Tus Yeste 50 km 1400 m+ IR

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No encuentro nada interesante para seguir un track, así que me limito a hacer una visita al lugar. Dejo el coche en el aparcamiento y sigo el sendero marcado, pasando por los dos miradores.


El camino no da para mucho. La circular completa no llega a tres kilómetros y no deja de ser un fácil paseo que hago charlando con dos alicantinos.


Me lo tomo con mucha calma y me desplazo hasta Yeste por la carretera del embalse de la Fuensanta. La noche ha sido más fresca pero el día está siendo mucho más tórrido que el de ayer. En Yeste me preparo una buena comida y me relajo bastante hasta que decido ponerme en marcha para hacer Las Quebradas y el Monte Ardal, ambas subidas desde el río Tus. Solamente son cincuenta kilómetros que me voy a tomar con mucha calma para pasar una tarde entretenida.


Tengo que bajar hasta el río pero, de salida, acumulo unos cuantos metros de desnivel porque tengo que llegar a Boche a través de un pequeño alto. Es una salida corta y no me preocupa el abastecimiento de líquido aunque haga un calor soporífero.


Tras pasar por Boche, ya es todo para abajo. Hay unas vistas preciosas desde varios puntos de esta vertiente del Monte Ardal y no escatimo las paradas.


Llego al puente sobre el río Tus y empiezo a subir a Las Quebradas. Es una buena subida de ocho kilómetros al 7% pero voy a balón parado y no supone mayor problema. Me lo tomo como un paseo para pasar la tarde.


Voy jugando a la oca, de sombra en sombra y tiro porque me toca. El calor es tremendo. Voy ganando metros de desnivel a la espera de que llegue la parte final de la subida, ya con números más exigentes.


A pesar de contar con varios descansos, la dureza no se encuentra en la pendiente sino en los claros. Empiezo a sentir los labios requemados por el sol y noto una sequedad tremenda en la boca, no pudiendo despegar la lengua de lo áspera que se queda.


A falta de kilómetro y medio para coronar, la pendiente se endurece mucho y la media se coloca por encima del 12% durante un kilómetro completo, lo que hace que la temperatura corporal se dispare bastante.


Corono Las Quebradas en una bifurcación. El camino sigue subiendo algo pero se encuentra impracticable. He traído una barrita por si acaso y decido comerla antes de dar media vuelta. Todavía me queda bebida aunque bastante caliente. Por suerte, hay fuente en la subida al Monte Ardal y podré reponer enseguida.


De nuevo en el puente sobre el río Tus, inicio la subida al Monte Ardal por esta vertiente. Al igual que la de Yeste, es una subida larga, en este caso de 16km pero con un tramo central de bajada después de pasar Boche.


Van cayendo los kilómetros yendo muy entretenido por el estupendo paisaje que se disfruta. La pendiente se mantiene entorno a un 6%, muy habitual en todos estos puertos albaceteños.


Las sombras no son tan habituales como en Las Quebradas y eso castiga más que el propio puerto. Menos mal que hay una fuente en un mirador y que la utilizo como motivante para ir haciendo camino.


Llego a la fuente de esta pequeña área recreativa y la parada es obligada. Relleno el bidón y me ducho a gusto para terminar de refrescarme. Enseguida viene el descenso de Boche y, en los últimos seis kilómetros de subida, ya no habrá más fuentes en el camino.


Casi a la altura de Yeste, tras tres kilómetros de bajada que dividen a esta vertiente en dos partes, cojo la pista que se dirige a las antenas del Monte Ardal.


Tengo suerte y el sol se lía con un par de nubes altas y baja mucho la sensación de horno que me lleva acompañando toda la tarde. Ya iba disfrutando pero ahora más.


Solamente son seis kilómetros pero la pendiente va endureciendo poco a poco a medida que se va llegando a la cima, casi sin que uno se vaya dando cuenta.


Me cruzo con un 4x4 que viene de arriba y vuelvo a ser consciente de la soledad de estas subidas porque es el único vehículo con el que coincido en todo este sector de cincuenta kilómetros.


Casi sin darme cuenta, llego al final del Monte Ardal y corono junto a la pequeña base aérea. Se está tan bien y con unas vistas tan enormes que decido quedarme disfrutando de ellas junto al geodésico de la montaña.


Acostumbrado a subir y subir puertos sin parar, estas jornadas más suaves me están empezando a gustar mucho. Las etapas largas en donde apenas se para también me gustan pero, una vez que los sitios ya los conozco, hay tiempo para todo.


La bajada me la tomo con la misma calma, parando en algunos puntos en los que las vistas son más interesantes o que dejan mejores encuadres para sacar fotos.


Llego a Yeste y el coche está a mil grados, con la bebida de la nevera imposible de beber, así que entro en el Dia para comprar una bolsa de hielos que me permita disfrutar de un atardecer con bebida fresquita.


Mañana voy a hacer las subidas que nacen en el río Segura y decido dormir en el mirador que hay a las afueras de Yeste, con unas vistas colosales. Me siento en un banco junto a unos abuelos que tienen la radio puesta y me preparo una merienda a base de latas de conservas. Tengo hielos gordos pero sin vaso grande, así que corto con una navaja una botella de agua por la mitad para prepararme un té helado. Es una merienda precaria pero que se disfruta tanto como si fuera el mejor manjar.


Va anocheciendo y me meto en el coche con las puertas abiertas. Me pongo una peli y dejo que caigan las horas. Hoy ha sido un día reparador.

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