El bellísimo paso entre Uri y Glaris

He dormido en Glarus sin tener muy claro dónde se localiza el inicio de la vertiente oriental del Klausenpass. El track del que dispongo es una ruta circular con el Pragelpass y, al haberlo hecho ayer por la tarde, no tengo noción de dónde comenzar. Decido empezar desde Glarus porque la carretera ya apunta para arriba, aunque luego veré que es en Linthal donde realmente comienza el puerto.



En algo más de quince kilómetros no asciendo más que doscientos metros de desnivel por una hermosa carretera por la que no pasan muchos coches a estas horas de la mañana. Quiero intentar hacer hoy la subida que hay en Liechtenstein y arranco con la primera luz del día para estirar las horas lo máximo posible.


Al sol le cuesta entrar en el valle. El día está completamente despejado y hace calor. Cada día que pasa hace más calor, hasta el punto de que ya no me pongo manguitos por la mañana.


Llego a Linthal después de una parada técnica para evacuar y de un tramo en el que la carretera se encuentra en obras. Me espera el Klausenpass, un puerto de 22km al 6%, uno de los más bonitos que he hecho.


Nada más salir de Linthal, el piso pasa a ser de pavés en las dos primeras curvas de herradura. Es muy molesto, con unas losetas pequeñas que dejan espacio para que se cuele la llanta. Al principio voy montado pero que termino por bajarme y hacer andando estas dos curvas, no sea que la vaya a liar.


Hay tres partes en este puerto muy diferenciadas. Los primeros nueve kilómetros se mantienen en un 7,5% de media, luego hay un descanso de más de cinco kilómetros casi llanos antes de la parte final, otros ocho kilómetros que vuelven a estar por encima del 7%.


Atravieso un túnel y sigo ganando altitud. El puerto me está gustando pero todavía  no me imagino lo que va a venir después.


El tráfico sigue siendo muy escaso. Apenas pasan un par de coches y algún que otro motero muy respetuoso. La mañana va avanzando y la altitud me hace alcanzar la zona soleada, lo que se agradece enormemente.


Se pasa una zona de viseras mientras el paisaje gana más y más. Empiezo a tener la impresión de encontrarme en un puerto grande, de esos que, por sí solos, bien merecen un viaje.


Supero la primera pared, llegando a la explanada de Urnerboden, con un paisaje de ensueño. Son cinco kilómetros prácticamente llanos desde donde ya no puedo dejar de hacer fotos. La sierra rocosa del Ortstock resulta apabullante sobre este valle.


Me cruzo con varios ciclistas que bajan en cuanto empiezo a negociar las primeras rampas de la subida final. No puedo dejar de mirar para atrás, algo que me facilitan las curvas de herradura que hay en este tramo.


A pesar de estar en agosto y que los picos de la zona no llegan a los tres mil metros de altitud, hay algunos neveros que ayudan a hacer más espectacular el entorno. A lo lejos suena la musiquilla del autobús, perfectamente reconocible, y me cruzo con él. Siempre me han gustado los portabicis que llevan en la parte trasera.


El paisaje es brutal. El valle es tan profundo que parece una hendidura en la tierra. Hay un lado que se mantiene en penumbra pero, por suerte, la carretera va por la zona soleada.


La pendiente es muy constante. El 7,5% es la tónica general, salvo por alguna herradura que, según por dónde la tomes, aumenta un poco esos guarismos hasta un máximo del 10%. El puerto es largo pero se hace muy corto.


Cuanta más altitud se gana, más impresiona la brecha en la tierra que supone este valle. Los últimos kilómetros son más abruptos, con algunas bordas pobladas. De una de ellas sale una chica con trenzas con pintas de ir a ordeñar a una vaca.


Corono embobado, maravillado por este puertazo. No he sufrido mucho tráfico pero en la cima hay un montón de gente junto a la capilla. Hay un grupo de músicos y una especie de cura soltando el sermón.


También hay baños públicos y una fuente en el exterior, donde relleno el bidón para un larguísimo descenso. Antes de iniciarlo, me asomo a la vertiente occidental, por donde llega un grupo de ciclistas.


Junto al baño hay otro grupo de ciclistas y todos parecen ingleses. De un tiempo a esta parte son mayoría por todas partes. Hay uno que entabla una breve conversación conmigo antes de que se dejen caer por donde han subido, al igual que yo por mi vertiente.


El descenso es muy largo pero se me hace cortísimo. Llego a Glarus con una satisfacción propia de los mejores puertos, de esos que siempre te vienen a la cabeza al hacer una lista top. El problema suele ser que ya van muchos que merecen estar en esas listas.

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