Praderas y acantilados de Uribe Kosta

Hoy es un día un poco especial, ya que la clase la vamos a dar en una tienda de bicis para ver algo de material. Como la tienda elegida está en Getxo, decido ir corriendo. La empresa no es fácil porque en los últimos dos meses y medio solo he corrido ocho kilómetros en una salida de primeros de noviembre y la ruta que quiero hacer se acerca a la distancia del maratón.

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Praderas y acantilados Plentzia 35 km 650 m+ IR

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Hay trece kilómetros desde Plentzia hasta Romo por el trazado interior que he escogido, pasando Barrika por las carreteras vecinales del interior. Como hemos quedado bastante tarde, me libro de un par de buenos aguaceros aunque acabo saliendo con lluvia igualmente.


Tras cruzar la ría por el Puente de la Estación, me meto por Txipio para subir a Barrika por una de esas carreteras que van uniendo todos los baserris de la zona.


Sigue lloviendo ligeramente en estos primeros kilómetros que me sirven para ir cogiendo un ritmo corriendo que ahora mismo he perdido.


En solamente algo más de un kilómetro, asciendo 120m, lo que supone un 11% de pendiente media. La llegada al punto más alta supone un alivio tremendo.


Empiezo a bajar hacia Sopela y deja de lloviznar. Eran tan solo unas chispillas, nada molestas porque la temperatura es muy buena para la carrera.


Al cese de la lluvia le sigue una tímida salida del sol, justo cuando me adentro en las calles de Sopela. Pasando por el ayuntamiento se cumple, más o menos, la mitad de esta primera parte de la ruta.


Saliendo de Sopela, enlazo con el bidegorri que me va a permitir cruzar Berango. Por supuesto, no por ser ciclista sino por tener dos dedos de frente, ni se me ocurre ir corriendo por lo rojo.


Salgo de Berango y enfilo el bidegorri que sigue paralelo a la autovía, algo demasiado molesto para ir corriendo porque el ruido de los coches es muy fuerte.


Supero los diez kilómetros antes de llegar a las instalaciones deportivas de Fadura y me quedo muy sorprendido por lo bien que voy hasta el momento. Esperaba alguna que otra molestia con las zapatillas de largas distancias después de tanto tiempo guardadas pero todo marcha de cine.


Siguiendo el curso del río Gobelas, llego al punto de encuentro clavando los trece kilómetros previstos, con muy buenas sensaciones. Incluso puedo ralentizar un poco la marcha para llegar justo a la hora.

La charla en la tienda dura casi una hora y media y me quedo muy frío, mucho más de lo que pensaba. Algunos compañeros se van hacia la estación de metro de Areeta y, como me pilla de camino hacia el Puente Colgante, les acompaño caminando para calentar un poco de nuevo.


A la altura del Puente Colgante me vuelvo a poner a correr y noto las piernas como si fueran cemento armado. Me cuesta mucho coger ritmo y, para cuando llego al final de la playa de Ereaga, las escaleras de subida del puerto viejo me vuelven a partir la marcha.


Aprovecho este tramo para relajar un poco la musculatura junto a la fuente de la plazoleta. No he traído mochila, ni bidón, ni nada, a sabiendas de que hay muchas fuentes en todo el recorrido. Incluso me he limitado a cargar con una sola barrita para toda la ruta, la cual ya me comí en el descanso de Romo.


Al llegar a la zona alta de Algorta empieza a pegar el aire de cara con mucha fuerza y es en la playa de Arrigunaga cuando soy consciente de lo mucho que me va a costar subir hasta Punta Galea.


Llego a Aixerrota con el medio maratón como objetivo parcial, el cual se cumple al pasar junto al Fuerte de La Galea. Se juntan el aire de cara y la pendiente del tramo para que no desee otra cosa más que llegar a la punta del cabo y girar 90º para que el aire sea favorable y la pendiente descendente.


Voy girando y el viento me ayuda a trotar, al tiempo que las vistas ganan enteros. El mar está muy picado, hay pleamar y las olas golpean los acantilados con tanta fuerza que el sonido es tremendo, todo un espectáculo.


Sigo avanzando y se nubla cada vez más, llegando a chispear ligeramente en un par de ocasiones. El caso es que no sé muy bien si es lluvia o si es el vaporizado del agua que se desprende de las olas y que el fuerte viento levanta hasta la parte alta de los acantilados.


Echo una miradita para atrás y veo cómo el cielo se cubre por Cantabria. Hacia el este está algo más despejado. El oleaje es tan fuerte que las olas rompen mucho antes de impactar con el litoral.


Dejo atrás la playa de Gorrondatxe y subo a la punta de Azkorri andando ligero porque las patas no me dan para trotar en este tramo. Bajando hacia la playa de Barinatze me topo con un tipo en parapente que va dando tumbos de lado a lado. El viento es tan fuerte que la bandera pirata se mantiene todo tiesa.


En vez de bajar hasta la playa de Atxabiribil, decido subir por una carreterita estrecha que no sé muy bien dónde concluye y que pasa por encima del arenal. Siempre voy por abajo y la curiosidad me mata.


La carreterita sirve par dar entrada a unas casas colgadas sobre la playa y enlazo con la salida por el otro lado, preparado ya para el tramo de senderos que me llevará hasta el final de la playa.


En la bajada hacia la urbanización Kukullu me encuentro barro por primera vez, algo que va a ser una constante a partir de aquí y que ralentizará mucho mi marcha porque las zapatillas de running resbalan una barbaridad en este terreno.


Tengo un tramo cómodo en subida por el asfalto de la urbanización hasta que me desvío por la senda que se dirige a Barrika por los acantilados.


Hay mucha agua en el camino y me encuentro con dos charcos tremendos. Uno lo puedo salvar pero el otro lo tengo que pasar por el medio, llegándome el agua hasta el tobillo.


Llego a Barrika con los pies empapados, lo que supondría un enorme riesgo de ampollas si no fuera porque el agua estaba tan fría que así es imposible que salgan. El caso es que entro en la parte más espectacular del recorrido y tampoco me importa tener que ir más despacio.


Salvo en un par de trialeras, el agua es la constante en el sendero. Como llevo los pies calados, ya no me importa ir por el medio del charco pero tengo que tener mucho cuidado con los resbalones sobre la hierba.


El sonido de las olas al romper es tremendo y decido tomarme un pequeño respiro para disfrutar del espectáculo hasta que cuatro gotas me recuerdan que igual no es buena idea retrasarse mucho.


La bajada del Kurtzio es como un descenso de barrancos, con un río de agua desbocado siguiendo el curso del sendero. Casi al llegar al aparcamiento de la playa de Barrika, me las veo putas para pasar porque el sendero lo ha tragado la tierra y hay un barrizal tremendo que parecen arenas movedizas.


Podría volver por la carretera pero decido seguir hacia la playa de Muriola ascendiendo a la Peña de San Valentín. Ya puestos, vamos a por los acantilados completos.


Me meto por el sendero que sigue el GR por detrás de las mesas y, al hacer otra foto de los acantilados, me quedo sin batería. Me da mucha rabia porque estos acantilados de Barrika son los más espectaculares. Al llegar a la playa de Muriola, subo hasta la zona alta de Barrika y bajo a Plentzia por el sendero que baja directo a San Telmo. El sendero está plagado de palmeros y tiene un tramo muy cerrado pero es bastante cómodo, terminando en casa previo paso por la fuente del ayuntamiento para limpiar el barro de las zapatillas en ella, justo a tiempo de que se ponga a llover y con unas piernas que van a hacer que pase una noche graciosa, sí o sí.

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2 Comentarios

  1. Ni las aventuras de Don Quijote. Tu capacidad de sacrificio es inagotable.
    Fotazas, como siempre. Especialmente las números 30, 34, 42 y 49.

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    1. La verdad es que, para la mala luz que había, hay alguna foto decente. Del sacrificio, cada vez queda menos, jejeje

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